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miércoles, 12 de septiembre de 2007

La encina y la caña

Dijo la encina a la caña: “Razón tienes para quejarte de la naturaleza: un pajarillo es para ti grave peso; la brisa más ligera, que risa la superficie del agua, te hace bajar la cabeza. Mi frente, parecida a la cumbre del Cáucaso, no solo detiene los rayos del sol; desafía también la tempestad .Para ti, todo es aquilón; para mi céfiro. Si nacieses, a lo menos, al abrigo de mi follaje, no padecerías tanto: yo te defendería de la borrasca. Pero casi siempre brotas en las húmedas orillas del reino de los vientos ¡injusta ha sido contigo la naturaleza! -Tu compasión, respondió la caña, prueba tu buen natural; pero no te apures. Los vientos no so tan temibles para mi como para ti .Me inclino y me doblo pero no me quiebro .Hasta el presente has podido resistir las mayores ráfagas sin inclinar el espinazo; pero hasta el fin nadie es dichoso”.
Apenas dijo estas palabras, de los confines del horizonte acude furibundo el, más terrible huracán que engendró el septentrión .Ela árbol resiste, la caña se inclina; el viento redobla sus esfuerzos, y tanto porfía, que al fin arranca de cuajo la encina que elevaba la frente al cielo y hundía sus pies en los dominios del tártaro. ”

Los zánganos y las abejas

Por la obra se conoce al obrero.
Sucedió que algunos panales de miel no tenían dueño. Los zánganos los reclamaban, las abejas se oponían; llevose el pleito al tribunal de cierta avispa: ardua era la cuestión; testigos deponían haber visto volando alrededor de aquellos panales unos bichos alados, de color oscuro, parecido a las abejas; pero los zánganos tenían las mismas señas .La señora avispa, no sabiendo qué decidir, abrió de nuevo el sumario, y para mayor ilustración, llamó a declarar a todo un hormiguero; pero ni por esas pudo aclarar la duda.
“¿Me queréis decir a qué viene todo esto? Preguntó una abeja muy avisada. Seis meses hace que esta pendiente el litigio, y nos encontramos lo mismo que el primer día. Mientras tanto, la miel se está perdiendo Ya es hora de que el juez se apresure; bastante le ha durado la ganga. Sin tantos autos ni providencias, trabajemos los zánganos y nosotras, y veremos quién sabe hacer panales tan bien concluidos y tan repletos de rica miel”.No admitieron los zánganos, demostrando que aquel arte era superior a su destreza, y la avispa adjudico la miel a sus verdaderos dueños.

Así debieran decidirse todos los procesos. La justicia de moro es la mejor. En lugar de código, el sentido común. No sucedería como pasa muchas veces, que el juez abre la ostra, se la come, y les da la concha a los litigantes.

El gallo y la perla

Un día cierto gallo, escarbando el suelo, encontró una perla, y se la dio al primer lapidario que halló a mano. “Fina me parece, le dijo, al la; pero para mí vale más cualquier grano de mijo o avena”

Un ignorantón heredó un manuscrito, y lo llevó en el acto a la librería vecina.”Paréceme cosa de mérito, le dijo al librero; pero para mí, vale más cualquier florín o ducado.”

domingo, 9 de septiembre de 2007

El niño y el maestro de escuela


En esta fabulita quiero haceros ver cuán intempestivas son a veces las reconvenciones de los necios.

Un muchacho cayó al agua, jugando a la orilla, del sena. Quiso Dios que creciese allí un sauce, cuyas ramas fueron su salvación. Asido estaba a ellas, cuando pasó un maestro de escuela. Gritole el niño: “¡Socorro, que muero¡”El dómine , oyendo aquellos gritos, volviese hacia él, muy grave y tieso, y de esta manera le adoctrinó : “¿Habráse visto pillete como el ? Contemplad en que apuro le ha puesto su atolondramiento. ¡Encargaos después de calaverillas como este! ¡Cuán desgraciados son los padres! Que tienen que cuidar de tan malas pécoras! ¡Bien dignos son de lastima!” y terminada la filípica, sacó al muchacho a la orilla.
Alcanza esta crítica a muchos que no se lo figuran. No hay charlatán, censor, ni pedante, a quien no siente bien el discursillo que he puesto en labios del Dómine. Y de pedantes, censores y charlatanes, es larga la familia. Dios hizo muy fecunda esta raza. Venga o no venga al caso, no piensan en otra cosa que en lucir su oratoria.-Amigo mío sácame del apuro y guarda para después la reprimenda.

El zorro y la cigüeña

El señor zorro la echó un día de grande, y convido a comer a su comadre la Cigüeña. Todos los manjares se reducían a un sopicaldo: era muy sobrio el anfitrión. El Sopicaldo fue servido en un plato muy llano. La cigüeña no pudo comer nada con su largo pico, y el señor Zorro sorbió y lamió perfectamente toda la escudilla.
Para vengarse de aquella burla, la Cigüeña le convidó poco después. “¡De buena gana! Le contestó; con los amigos no gasto en ceremonias.” A la hora señalada, fue a la casa de la cigüeña; hizole mil reverencias, y no encontró la comida a punto. Tenía muy buen apetito y trascendía a gloria la vianda, que era un sabroso salpicón de exquisito aroma .Pero, ¿Cómo lo sirvieron? Dentro de una redoma, de cuello largo y angosta embocadura. El pico de la cigüeña pasaba muy bien por ella, pero no el hocico del señor Raposo. Tuvo que volver en ayunas a su casa, orejas gachas, apretando la cola y avergonzado, como si, con toda astucia, le hubiese engañado una gallina.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Un hombre de cierta edad y sus dos amantes.


Un hombre de edad madura, más pronto viejo que joven, pensó que era tiempo de casarse. Tenía el riñón bien cubierto, y por tanto, donde elegir; todas se desvivían por agradarle. Pero nuestro galán no se apresuraba. Piénsalo bien, y acertaras.
Dos viuditas fueron las preferidas. La una, verde todavía; la otra más sazonada, pero que reparaba con auxilio del arte lo que había destruido la naturaleza. Las dos viuditas, jugando y riendo, le peinaban y arreglaban la cabeza. La más vieja le quitaba los pocos pelos negros que le quedaban, para que el galán se le pareciese más. La más joven, a su vez, le arrancaba las canas ; y con esta doble faena, nuestro buen hombre quedó bien pronto sin cabellos blancos, ni negros.
“Os doy gracias, les dijo oh señoras más, que tan bien me habéis trasquilado .Más es lo ganado que lo perdido, porque ya no hay que hablar de bodas. Cualquiera de vosotras, que escogiese, querría hacerme vivir a su gusto y no al mío. Cabeza calva no es buena para esas mudanzas :muchas gracias, pues por la lección.”

La muerte y el leñador

Un pobre leñador, agobiado bajo el peso de los haces y de los años, cubierto de ramaje, encorvado y quejumbroso, camina a paso lento, en demanda de su ahumada choza. Pero, no pudiendo ya más, deja en tierra la carga, cansado y dolorido, y se pone a pensar en su mala suerte. ¿Qué goces ha tenido desde que vino al mundo?¿Hay alguien más pobre y mísero que él en la redondez de la tierra ?El pan le falta muchas veces, y el reposo siempre: la mujer, los hijos, los soldados, los impuestos, los acreedores, la carga vecinal, forman la exacta pintura de sus desdichas. Llama a la muerte; viene sin tardar y le pregunta qué se le ofrece “Que e ayudes a volver a cagar estos haces; al fin y al cabo no puedes tardar mucho”

La muerte todo lo cura; pero bien estamos aquí: antes padecer que morir, es la divisa del hombre.


La muerte y el desdichado

Un desdichado llamaba todos los días en su ayuda a la muerte. “¡Oh muerte! exclamaba: ¡Cuan agradable me pareces! Ven pronto y pon fin a mis infortunios.”La Muerte creyó que le haría un verdadero favor, y acudió al momento. Llamó a la puerta, entró y se le presento. “¿Qué veo? Exclamo el desdichado; llevaos ese espectro; ¡cuán espantoso es! Su presencia me aterra y horroriza ¡No te acerques, oh muerte! ¡Retírate pronto!”

Mecenas fue hombre de gusto; dijo en cierto pasaje de sus obras “Quede cojo, manco, impotente, gotoso, paralítico; con tal de que viva, estoy satisfecho. ¡Oh muerte! ¡No vengas nunca!”Todos decimos lo mismo.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Simónides preservado por los dioses

Nunca alabaremos bastante a los dioses, a nuestra amante y a nuestro rey. Malherbe lo decía, y suscribo a su opinión: me parece una excelente, máxima. Las alabanzas halagan los oídos y ganan las voluntades: muchas veces conquistáis a este precio los favores de una hermosa. Veamos cómo las pagan los Dioses.

El poeta Simónides se propuso hacer el panegírico de un atleta, y tropezó con mil dificultades. El asunto era árido: la familia de la atleta, desconocida; su padre, un hombre vulgar, él desprovisto de otros méritos. Comenzó el poeta hablando de su héroe, y después de decir cuanto pudo, salióse por la tangente, ocupándose de Cástor y Pólux; dijo que su ejemplo era glorioso para los luchadores; ensalzo sus combates, enumerando los lugares en que más se distinguieron ambos hermanos ;en resumen: l elogio de aquellos Dioses llenaba dos tercios de la obra.
Había prometido el atleta pagar un talento por ella; pero cuando la hubo leído no dio más que la tercera parte, diciendo sin pelos en la lengua, que abonasen el resto Cástor y Pólux.”Reclamad a la celestial pareja, añadió. Pero quiero obsequiaros, por mi parte venid a cenar conmigo. Lo pasaremos bien: los convidados son gente escogida; mis parientes y mis mejores amigos: sed de los vuestros.”Simónides aceptó: temió perder, a más de lo estipulado, los gajes del panegírico. Fue a la cena: comieron bien; todos estaban de buen humor. De pronto se presenta un sirviente, avisándole que a la puerta había dos hombres preguntando por él. Se levanta de la mesa, y los demás continúan sin perder bocado. Los dos hombres que le buscan, son los celestes gemelos panegíricos. Dánle gracias, y en recompensa de sus versos, le advierten que salga cuanto antes de la casa, porque va a hundirse.
La predicción se cumplió .Flaqueó un pilar; el techo, falto de apoyo, cayó sobre la mesa del festín, quebrando platos y botellas. No fue esto lo peor: para completar la venganza debida al vate, una viga rompió al atleta las dos piernas y lastimó a casi todos los comensales. Publicó la fama estas nuevas “¡Milagro!” gritaron todos; y doblaron el precio a los versos de aquel varón tan amado de los Dioses. No hubo persona bien nacida que no le encargase el panegírico de sus antecesores, pagándolo a quien mejor.

Vuelvo a mi texto, y digo, en primer lugar, que nunca serán bastante alabados los Dioses y sus semejantes. En segundo lugar, que Melpómene muchas veces, sin desdoro, vive de su trabajo; y por último , que nuestro arte debe ser tenido en algo. Hónranse los grandes cuando nos favorecen: en otro tiempo, el Olimpo y el Parnaso eran hermanos y buenos amigos.

martes, 4 de septiembre de 2007

Los ladrones y el jumento



Por un jumento robado se peleaban dos ladrones. Mientras llovían puñetazos, llega un tercer ladrón y se lleva el borriquillo.

El jumento suele ser alguna mísera provincia; los ladrones, éste o el otro príncipe, como el de Transilvania, el de Hungría o el otomano .En lugar de dos, se me han ocurrido tres: bastantes son ya. Para ninguno de ellos es la provincia conquistada: viene un cuarto, que los deja a todos iguales, llevándose el borriquillo.

lunes, 3 de septiembre de 2007

El dragón de muchas cabezas y el de muchas colas

Un consejero del gran turco se vanagloriaba, en el palacio del emperador de Alemania, de que las fuerzas de su soberano eran mayores que las de este imperio. Un alemán le dijo:”Nuestro príncipe tiene vasallos tan poderosos que por sí pueden mantener un ejército.”El mensajero, que era varón sesudo, le contestó: “Conozco las fuerzas las fuerzas que puede armar cada uno de nuestros electores, y esto me atrae a las mientes una aventura, algo extraña, pero muy verídica. Hallábame en un lugar seguro, cuando vi pasar a través de un seto las cien cabezas de una hidra. La sangre se me helaba, y no había para menos. Pero todo quedó en susto: el monstruo no pudo sacar el cuerpo adelante .En esto, otro dragón, que no tenía más que una cabeza, pero muchas colas asoma por el seto. ¡No fue menor mi sorpresa, ni tampoco mi espanto! Pasó la cabeza, pasó el cuerpo, pasaron las colas sin tropiezo: esta es la diferencia que entre vuestro emperador y el vuestro.

domingo, 2 de septiembre de 2007

El hombre y su imagen



Al sr. Duque de Rochefoucald

Un hombre enamorado de sí mismo, y sin rival en estos amores, se tenía por el más gallardo y hermoso del mundo. Acusaba de falsedad a todos los espejos, y vivía contentísimo con su falaz ilusión. La suerte, para desengañarle, presentaba a sus ojos en todas partes esos mudos consejeros de que se valen las damas: espejos en las habitaciones, espejos en as tiendas, espejos en las faltriqueras de los petimetres, espejos hasta en el cinturón de las señoras. ¿Que hace nuestro narciso? Se esconde en los lugares más ocultos, no atreviéndose a sufrir la prueba de ver su imagen en el cristal. Pero un canalizo que llena el agua de una fuente corre a sus pies en aquel retirado paraje: se ve en él, se exalta y cree divisar una quimérica imagen. Hace cuanto puede para evitar su vista; pero era tan bello aquel arroyo, que le daba pena dejarlo.

Comprenderéis a donde voy a parar: a todos me dirijo: esa ilusión de que hablo, es un error que alimentamos complacidos .Nuestra alma es el enamorado de sí mismo :los espejos, que en todas partes encuentra, son las ajenas necedades , que retratan las propias; y en cuanto al canal, cualquiera lo adivinara: es el Libro de las maximas.

El lobo y el cordero


La razón del más fuerte es siempre la mejor: ahora lo veréis.
Un corderillo sediento bebía en un arroyuelo. Llegó en esto un lobo en ayunas, buscando pendencias y atraído por el hambre. “¿Cómo te atreves a enturbiarme el agua?” dijo malhumorando al corderillo. Castigaré tu temeridad.-No se irrite vuestra majestad, contesto el cordero; considere que estoy bebiendo en esta corriente veinte pasos más abajo , y mal puedo enturbiarle el agua.-Me la enturbias, gritó el feroz animal ; y me consta que el año pasado hablaste mal de mí.-¿Cómo había de hablar mal. Si no había nacido?
No estoy destetado todavía.-Si no eras tú, sería tu hermano.-No tengo hermanos, señor.-Pues alguno de los tuyos, porque me tenéis mala voluntas vosotros, vuestros pastores y vuestros perros. Lo sé de buena tinta, y tengo que vengarme.”Dicho esto, el lobo me lo coge, me lo lleva al fondo de sus bosques, y me lo come sin más auto ni proceso.

El ratón de ciudad y el del campo

Cierto día un ratón de la ciudad convidó a comer muy cortésmente a un ratón del campo. Servido estaba el banquete sobre un rico tapiz: figúrese el lector si lo pasarían bien los dos amigachos.

La comida fue excelente: nada faltaba. Pero tuvo mal fin en la fiesta. Oyeron ruido los comensales a la puerta: el ratón ciudadano hecho a correr; el ratón campesino siguió tras él.
Cesó el ruido: volvieron los dos ratones: “Acabemos, dijo el de la ciudad ¡basta ya! Replico el del campo. ¡Buen provecho te hagan tus regios festines! No los envidio. Mi pobre pitanza la engullo sosegado, sin que nadie me inquiete. ¡Adios, pues! Placeres con zozobra poco valen”

martes, 28 de agosto de 2007

La golondrina y los pajaritos

Una golondrina había aprendido mucho de sus viajes. Nada hay que enseñe tanto. Preveía nuestro animalejo hasta las menores borrascas, y antes de que estallasen, las anunciaba a los marineros. Sucedió que al llegar a la sementera del cáñamo, vio a un labriego que echaba el grano en los surcos.” No me gusto eso, dijo a los otros pajaritos. Lástima me dais .En cuanto a mí, no me asusta el peligro porque sabré alejarme y vivir en cualquier parte ¿veis esa mano que hecha la semilla al aire? Día vendrá y no está lejos, en que ha de ser nuestra perdición lo que va esparciendo de hay saldrán lazos y redes para atraparlos utensilios y máquinas, que serán para vosotros prisión o muerte . ¡Guarde os Dios de la jaula y de la sartén! Conviene, pues, prosiguió la golondrina, que comáis de esa semilla .Creedme.
Los pajaritos se burlaron de ella: ¡había tanto que comer en todas partes! Cuando verdearon los sembrados de cáñamo, la golondrina les dijo: “Arrancad todas las yerbecillas que han nacido de esa malhadada semilla o, sois perdidos.- ¡Fatal agorera! ¡Embaucadora! Le contestaron: ¡No nos des mala faena! ¡Poca gente se necesitaría para arrancar toda esa sementera!”

Cuando el cáñamo estuvo bien crecido: “¡Esto va mal! Exclamo la golondrina: la mala semilla ha sazonado pronto”.pero, ya que no me habéis atendido antes, cuando veáis que está hecha la trilla, y que los labradores, libres ya del cuidado de las mieses, hacen guerra a los pájaros, tendiendo redes por todas partes, no voléis de aquí para allá; permaneced quietos en el nido, o emigrad a otros países: imitad al pato, la grulla y la becada. Pero la verdad es que no os halláis en estado de cruzar, como nosotras, los mares y los desiertos: lo mejor será que os escondáis en los agujeros de alguna tapia.” Los pajaritos, cansados de oírla, comenzaron a charlar, como hacían los troyanos cuando abría la boca la infeliz Casandra. Y les pasó lo mismo que a los troyanos: muchos quedaron en cautiverio.

Así nos sucede a todos: no atendemos más que a nuestros gustos; y no damos crédito al mal hasta que lo tenemos encima.

lunes, 27 de agosto de 2007

Las alforjas


Dijo un día Júpiter "Comparezcan a los pies de mi trono los seres todos que pueblan el mundo. Si en su naturaleza, encuentran alguna falta, díganlo sin empacho: yo pondré remedio. Venid, señor mono, hablad el primero; razón tenéis para este privilegio. Ved los demás animales; comparad sus perfecciones con las nuestras. : ¿Estáis contento?-¿Por qué no? ¿No tengo cuatro pies, lo mismo que los demás? No puedo quejarme de mi estampa; no soy como el oso, y creyeron todos que iban a oír largas lamentaciones. Nada de eso; se alabo mucho de su buena figura; y se extendió en comentarios sobre el elefante, diciendo que no seria malo alargarle la cola y recortarle las orejas; y que tenía un corpachón informe y feo.
El elefante, a su vez, a pesar de la fama que goza de sesudo, dijo cosas parecidas :opinó que la señora ballena era demasiado corpulenta .La hormiga , por lo contrario, tacho al pulgón de diminuto.

Júpiter, al ver como se criticaban unos a otros, los despidió a todos, satisfecho de ellos. Peo entre los más desjuiciados, se dio a conocer nuestra humana especie. Linces para atisbar los flacos de nuestros semejantes; topos para los nuestros, nos lo dispensamos todo, y a los demás nada. El hacedor supremo nos dio a todos los hombres, tanto a los de antaño como a los de ogaño, un par de alforjas: la de atrás para los defectos propios, la de delante para los ajenos.

La ternera, la cabra y la oveja, en compañía del león.

La ternera, la cabra y la oveja, hicieron compañía en tiempos de antaño, con un fiero león, señor de aquella comarca, poniendo en común pérdidas y ganancias.

Cayó un ciervo en los lazos de la cabra, y al punto envió la res a sus socios. Presentáronse éstos, y el León sacó sus cuentas."Somos cuatro para el reparto," dijo, despedazando a cuartos el ciervo y hechas partes, tomó para mi la primera, como rey y señor. "No hay duda, dijo, en que debe ser para mí, porque me llamo León. La segunda me corresponde también de derecho: ya sabéis cual derecho, el del más fuerte. Por ser más valeroso, exijo la tercera. Y si alguno de vosotros toca la cuarta, en mis garras morirá."

martes, 21 de agosto de 2007

El lobo y el perro

Era un lobo, y estaba tan flaco, que no tenía más que piel y huesos: tan vigilantes andaban los perros de ganado. Encontró a un Mastín, rollizo y lustroso, que se había extraviad. Acometerlo y destrozarlo, cosa es que hubiese hecho de buen grado el señor lobo; pero había que emprender singular batalla, y el enemigo tenía trazas de defenderse bien.
El lobo se le acerca con la mayor cortesía, entabla conversación con él, y le felicita por sus buenas carnes.
“No estáis tan lucido como yo porque no queréis, contesta el perro: dejad el bosque; los vuestros que en el se guarecen son unos desdichados, muertos siempre de hambre ¡Ni un bocado seguro! ¡Todo a la aventura! ¡Siempre al atisbo de lo que caiga! Seguidme y tendréis mejor vida” Contesto el lobo y “¿Y que tendré que hacer-Casi nada, repuso el Perro :acometer a los pordioseros y a los que llevan bastón o garrote ; acariciar a los de casa, y complacer al amo. Con tan poco como es esto, tendréis por gajes una buena pitanza, las sobras de todas las comidas, huesos de pollos y pichones; y algunas caricias por añadidura.”
El lobo, que tal oye, se forja un porvenir de gloria, que l hace llorar de gozo.

Camino haciendo, advirtió que el Perro tenía en el cuello una peladura. “¿Qué es eso? pregúntale –Nada.- ¡Como nada!-Poca cosa.-Algo será. –Será la señal del collar a que estoy atado.- ¡Atado! Exclamó el lobo: pues ¿qué? ¿No vais y venís a donde queréis? –No siempre, pero eso ¿Qué importa? –Importa tanto, que renuncio a vuestra pitanza, y renunciaría a ese precio al mayor tesoro”
Dijo, y hecho a correr. Aún está corriendo.

Los dos mulos

Andaban dos mulos, anda que andarás. Iba el no cargado de avena; llevaba el otro la caja del recaudo. Envanecido éste de tan preciosa carga, por nada del mundo quería que le aliviasen de ella. Caminaba con paso firme, haciendo sonar los cascabeles.
En esto presenta el enemigo, y como lo que buscaba era el dinero, un pelotón se hecho sobre el mulo, cogiolo del freno y lo detuvo. El animal, al defenderse, fue acribillado y el pobre gemía y suspiraba. ¿Esto es, exclamó, lo que me prometieron? El mulo que me sigue escapa al peligro; ¡yo caigo en él y perezco!"-Amigo dijole el otro; no siempre es una ganga tener un buen empleo: si hubieras servido ,como yo, a un molinero patán, no te verías tan apurado."

La rana que quizo hincharse como un buey

Vio cierta rana a un buey, y le pareció bien su corpulencia. La pobre no era mayor que un huevo de gallina, y quiso, envidiosa, hincharse hasta igualar en tamaño al fornido animal.
"Mirad, hermanas, decía a sus compañeras;¿es bastante?¿No soy aún tan grande como él?-No-¿?Y ahora-Tampoco-¡Ya lo logre!-¡Aún estas muy lejos!"
Y el bichuelo infeliz hinchóse tanto, que reventó.

Lleno está el mundo de gentes que no son más avisadas. Cualquier ciudadano de la medianía se da ínfulas de gran señor. No hay principillo que no tenga embajadores. Ni encontraréis marques alguno que no lleve en pos tropa de pajes.