Un desdichado llamaba todos los días en su ayuda a la muerte. “¡Oh muerte! exclamaba: ¡Cuan agradable me pareces! Ven pronto y pon fin a mis infortunios.”La Muerte creyó que le haría un verdadero favor, y acudió al momento. Llamó a la puerta, entró y se le presento. “¿Qué veo? Exclamo el desdichado; llevaos ese espectro; ¡cuán espantoso es! Su presencia me aterra y horroriza ¡No te acerques, oh muerte! ¡Retírate pronto!”
Mecenas fue hombre de gusto; dijo en cierto pasaje de sus obras “Quede cojo, manco, impotente, gotoso, paralítico; con tal de que viva, estoy satisfecho. ¡Oh muerte! ¡No vengas nunca!”Todos decimos lo mismo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario