miércoles, 17 de octubre de 2007

El perro que lleva la comida de su amo


Nadie tiene los ojos exentos de la tentación de la hermosura, ni libres las manos de la del oro: pocos son los que guardan un tesoro con bastante fidelidad.
Llevaba un perro a casa la comida del amo, colgada al cuello. Era sobrio y frugal, más de lo que hubiese querido cuando veía una buena tajada; pero, al fin y al cabo lo era. ¿No estamos todos sujetos a esas debilidades? ¡Extraña contradicción! La frugalidad, que enseñamos a los perros, no la pueden aprender los hombres.
Quedamos, pues, en que aquel perro era de condición. El caso fue que pasó un mastín, y probó a quitarle los manjares. No lo consiguió tan fácilmente como creía: nuestro perro dejó en tierra la presa para defenderla mejor, libre de la carga, y comenzó la batalla. Acudieron otros perros, entre ellos algunos de esos que viven sobre el país y hacen poco caso de los golpes. No podía contra todos el pobre can, y viendo la pitanza en inminente riesgo, quiso obtener su parte, como era de razón. “¡Basta de pelea! Les dijo: no quiero más que mi ración; para vosotros lo demás.” Y así diciendo, hinca el diente, antes que nadie. Y cada cual tira por su parte, a quien mejor: y todos participaron de la merienda.

Veo en este caso el vivo ejemplo de una ciudad cuya hacienda está a merced de todos. Regidores, síndicos y alcabaleros, meten la mano hasta el codo. El más listo abre el ojo a los demás, y en un periquete quedan limpias las arcas. Si algún escrupuloso quiere defender el público caudal con frívolas razones, le hacen ver que es un solemne bobo. No le cuesta mucho convencerse, y al punto le veis meter la uña como el primero.

1 comentario:

Anónimo dijo...

SE ME HACE POR DEMAS CURIOSO
QUE EL SEÑOR DE LA FONTANA, PARA SU FABULA PODER HACER
EN MEXICO TUBIESE QUE NACER
PUES RETRATO ENTERITOS
A POLITICOS Y FUNCIONARIOS DE
AQUI MERITO